Es curioso como el tiempo y la distancia hacen que la realidad cambie. Digo el tiempo y la distancia porque son necesarios los dos. Cuando llegué de España a Suiza en el año 1995 una empresa me propuso hacerle un formulario en Word y cuando terminé me pidieron una factura para pagarme. Yo entré en un estado de pánico. Mis pensamientos eran del tipo: ¿cómo voy a hacer una factura si no estoy dada de alta como autónoma?, ¿qué tipo de IVA tiene que llevar la factura?, ¿me quitarán el permiso de residencia si se enteran de que he hecho este trabajo? Tenía tanto miedo que les pedí por favor que me hicieran un regalo o que lo olvidaran, yo no quería hacer nada ilegal. La cuestión es que esto hubiera sido ilegal en España, pero no aquí. En Suiza, la obligación de darse de alta como autónomo comienza cuando tienes un beneficio anual que supera los 2’200 SFr y cuando superas los 100’000 SFr de facturación es cuando tienes obligación de darte de alta en el IVA. Por debajo de estos umbrales simplemente trabaja, emite la factura que te pidan y cuando hagas la declaración de la renta incluyelo como un ingreso extraordinario, descontandote el 20% en concepto de gastos necesarios para recibir ese ingreso. Casi 20 años después he vuelto a recordar aquella sensación cuando llegaron dos clientes nuevos a mi oficina esta semana con un problema similar. La idea irracional es „no puedo emitir facturas sin estar dado de alta como autónomo ni tener número de IVA“.